martes, 27 de noviembre de 2007

Fin de año, última función

El jueves pasado fue la última función.

Por suerte, nos fue muy bien.

Volveremos el año que viene, espero

viernes, 23 de noviembre de 2007

Entrevista en Alternativa Teatral

Disponible en: http://www.alternativateatral.com/ver_nota.asp?codigo_nota=220

De areneros y diagnósticos
23/11/2007 | Por Mónica Berman | Reportaje a Maximiliano de la Puente, Laura Fernández

Maximiliano de la Puente y Laura Fernández
Foto: Silvana Miyashiki

Maximiliano de la Puente y Laura FernnÃndez
Foto: Silvana Miyashiki

Laura Fernández y Maximiliano de la Puente tienen, al menos, un acontecimiento vivido en común: el hecho de haber sido premiados en un concurso organizado por el Instituto Nacional de Teatro, en su edición 2003.

Recuerdo que en aquel momento reseñé el libro donde se habían editado las obras y conocí, dramatúrgicamente hablando, a ambos autores. Él había escrito Yace al caer la tarde y ella, Eso esférico sobre el coso nuevo. Habían obtenido el primer y el tercer premio, respectivamente.

Este año descubrí (a veces uno anda distraído por el mundo) que estos dos jóvenes talentosos estaban ahí, con sus espectáculos y decidí ir a buscarlos para preguntarles en qué andaban.

-Para empezar por el principio, ¿cómo y cuándo comenzaron con la actividad teatral?

Maximiliano de la Puente:-Mi ingreso a la actividad teatral surgió originalmente desde la actuación. A principio de los ‘90 comencé a estudiar teatro con Miguel Pittier y Gabriel Correa. Años más tarde hice un taller con Ita Scaramuzza. Pero considero que mi formación estuvo en las clases de actuación con Rafael Spregelburd y en las de dramaturgia y análisis de textos dramáticos con Marcelo Bertuccio. El trabajo en los talleres de Marcelo, a los que asistí durante varios años, fue muy intenso, me marcó muchísimo y me posibilitó escribir gran cantidad de obras. En el ámbito de la dirección fueron centrales los talleres de puesta en escena de Rubén Szuchmacher, con quien tomé clases durante dos años. La mirada integral que tiene sobre la puesta en escena, como combinación de múltiples lenguajes, determinó mi modo de pensar en relación con la puesta de una obra. Con Spregelburd y con Matías Feldman comencé a trabajar como actor: una muestra que se llamó Bonsái: miniaturas teatrales, resultado de un seminario de teatro dictado por Spregelburd, algunas funciones de Fractal, que se planteó como una continuación del proyecto anterior; y especialmente las obras El viaje de Mirna y Candy, de Feldman. En 2003, participé, también como actor, en Bizarra, una saga argentina. Luego sentí la necesidad de parar, reflexionar sobre lo que estaba haciendo y ver si quería seguir en la actividad.

Laura Fernández:-Yo escribo desde hace mucho, pero hace algún tiempo entendí que esas voces podían convertirse en cuerpos. A partir de eso, cualquier otro tipo de producción literaria que no fuera la dramática, me resultó un poco mezquina. Supe que quería hacer algo para que fuera mimado, profanado, por otros. Ese rasgo fue concluyente, tanto como entender que el sentido de propiedad perdía toda vigencia. Es necesario asumir que todos son los dueños de un espectáculo, que la búsqueda de un autor es una tarea estéril. Reconocer esto me parece algo superador. No sé si existen muchas más esferas en donde esto se perciba con tal magnitud -dudo, casi convencida, de que la respuesta es no. Es decir, cualquier cosa estuvo y estará en las manos y en las mentes de otros, antes y después de nosotros mismos. Ésta es una característica del universo de lo teatral y de lo artístico en general. Así que empecé a escribir, luego a escribir teatro, con la frondosa guía de Marcelo Bertuccio, y después necesité acercarme desde un lugar más directo a la concreción de espectáculos (en una actividad donde el cuerpo es prioridad. Uno no puede tener como única arma una A4). Así que empecé la carrera de Dirección Teatral en el IUNA, que ya estoy concluyendo, y que me permitió, también, coquetear con la investigación teatral. En el marco de la carrera, probé montajes de mis textos. Y vi que eran posibles. Y así seguí, entusiasmada. Además, pasé por varias experiencias en asistencias de dirección, entre otras, con Rafael Spregelburd.

- Bueno, Maximiliano. Parece que seguiste...

M.D.P.:-Sí, y asumí la tarea de dirigir obras, porque entendí que, desde el lugar de la dirección, podía comprender y, de alguna manera, completar algunos aspectos del hecho teatral que no quedaban del todo claros para mí. Haber tomado la decisión de dirigir potenció y complementó los conocimientos y el bagaje previo que traía como actor y dramaturgo. Me hizo desconfiar de lo que supuestamente yo ya sabía, y rever los procesos de escritura de las obras que comencé a montar. Me vi obligado a generar un proceso creativo, ya no en soledad y desde el papel, sino en tres dimensiones, a partir de un hecho colectivo, como el que sucede en todo montaje, en el que se ponen en juego una pluralidad de miradas y subjetividades. Dirigí Yace al caer la tarde, luego estrené como director Hecho para la ocasión. Por otro lado, entre finales del 2005 y comienzos del año pasado, se realizó un montaje de mis obras breves Instantes en la noche fría y Caen pájaros literalmente del cielo en la ciudad de Barcelona, por la compañía VIA MORIA, del director teatral Fernando Griffell, en el Centro de Formación e Investigación Teatral La Casona. Esta fue también una experiencia muy interesante, ya que fue la primera y única vez en que alguien que no fuera yo, montó trabajos míos.

-Ambos tienen obras en cartel, por qué no cuentan un poco el origen, el proceso de trabajo.

L.F.:-Cien pedacitos de mi arenero partió del trabajo en la cátedra de Dirección Escénica de Luis Cano, en el IUNA. La obra surgió de una imagen puntual y de una pregunta bastante estúpida: en una película de producción hollywoodense, un hombre llevaba un cuerpo sin vida -porque él se había encargado de que así estuviera- a un basural lejano, para abandonarlo y separar lo más posible el cuerpo del delito del cuerpo del perpetrador. ¿Y si otro coincidiera con él en tiempo y espacio? ¿Y si además coincidiera en las causas? ¿Y en las circunstancias que lo llevaron a cometer semejante imprudencia, como matar a alguien? Estas torpes preguntas motivaron el trabajo, que es llevado adelante por Diego Brienza, Víctor Salvatore, Giancarlo Scrocco y Gabriel Urbani, en la actuación. Cuatro hombres cuya situación no sirve de mucho se conocen en un lugar que no conocen (y que tampoco sirve de mucho). Pero estos varones nunca se permitieron ser ineficaces, de modo que verán la forma de hacer algo con semejante desolación. La obra intenta ver cuál es el recorrido posible de esas relaciones entre ellos, en ese lugar y con los cuerpos mutilados de sus esposas, cuyos envoltorios terminan sirviendo más que las pobrecitas esas en vida.

M.D.P.:-Con respecto a Diagnóstico: rotulismo, que fue premiado en el concurso de obras teatrales Konex- Argentores, el texto nace fundamentalmente de dos situaciones: un tratamiento que estaba llevando a cabo con una fonoaudióloga, por un lado, y mi experiencia como actor, por el otro. Por el primer motivo, la obra se desarrolla enteramente en un consultorio. Considero que es un texto de dramaturgia de actuación. Un texto escrito para la escena, para ser representado, una comedia donde el humor y la tensión recíproca que se genera entre los personajes, emerge desde las diversas situaciones que deben atravesar. A lo largo de la obra, lo profesional se mezcla con lo personal permanentemente. De allí deviene el malentendido entre los personajes y las situaciones que remiten claramente a la comedia situacional de enredos. Las esferas de lo público y lo privado se tornan borrosas. La fonoaudióloga carece de vida privada fuera del ámbito profesional. Sólo podrá relacionarse afectivamente con sus pacientes. De ahí que la obra tenga un trasfondo claramente melodramático. Por otra parte, el hecho de que la obra transcurra en una escena única, sin apagones ni quiebres temporales, favorece la posibilidad de mostrar el arco de transformación de los estados emocionales de los personajes, en la medida en que cada personaje es concebido como portador de contradicciones múltiples. En este sentido, se aleja de la estructura de comedia: la pieza narra esa situación jamás explicitada, se detiene en gestos, actitudes, mínimos pliegues que revelan el dolor de esos personajes, y manifiesta, a través de ese torrente de lenguaje, que todo padecimiento silencioso oculta.En la construcción del texto dramático trabajé explícitamente con textos cortos, a través de breves intercambios entre un personaje y el otro, buscando generar un ritmo, una música particular desde el propio texto, que se trasladara a la puesta. La precisión y la fluidez en las réplicas de los textos de los personajes, en los modos del decir, es una característica fundamental que ayuda a construir el mundo de la obra.

Otro de los puntos importantes de esta obra se vincula con la naturalidad y el hiperrealismo en la actuación que se busca alcanzar en el espectáculo. Una poética de actuación que construye sentido a partir de los detalles. Se trata de producir un efecto de extrañamiento a partir de acciones banales, datos, informaciones, hechos aparentemente insustanciales. Esto significa que lo cotidiano como simple hecho de ficción, produce extrañamiento: a las cosas banales uno no les presta atención hasta que son vistas desde afuera. Entonces lo cotidiano se convierte en espectáculo. Permanentemente los personajes intentan retener en vano lo cotidiano, que por supuesto se les escapa. Por otra parte, al trabajar en una sala amplia y espaciosa como la Sala D de Ciudad Cultural Konex, uno de los criterios de la puesta en escena en el que más hicimos hincapié con Carolina Zaccagnini, codirectora de la obra, y Karina Claramunt, quien diseñó la escenografía, ha sido el de la proximidad: se ha trabajado una acentuada cercanía entre el espectador y la escena, con el fin de que el público esté ubicado dentro del acotado consultorio de un ambiente en el que transcurre la obra. Buscamos, de esta manera, que el público participe de la incomodidad y el equívoco permanentes que al mismo tiempo generan y sufren estos personajes, y que esté atento al más mínimo detalle y al discurrir sutil de los actores en el devenir de la obra.

Otro elemento importante del proceso de ensayos es que, en este proyecto, los dos directores somos, al mismo tiempo, actores. Carolina y yo estamos prácticamente todo el tiempo en escena, lo que hizo muy necesario que tuviéramos una mirada de mucha rigurosidad y autocontrol sobre nuestros desempeños respectivos como actores, y en donde también la mirada sobre la actuación que nos aportaba Gonzalo Kunca, el otro actor de la obra, era determinante para tener un registro fehaciente y claro de lo que estábamos haciendo.

-Si les pidiera que aportaran un párrafo, una mirada al campo teatral contemporáneo, qué dirían...

L.F.:-En primer lugar, diría algo que es personal y es que la obra que co-dirijo con Julieta De Simone en el Apacheta, tuvo suerte, porque Guillermo Cacace, director artístico del teatro, permitió condiciones de trabajo muy favorables, situación muchas veces ausente en las políticas de varias salas. Las condiciones actuales de producción teatral no se acercan ni tímidamente a una situación saludable. Por eso, más allá de rescatar la capacidad artística de quienes construyeron la obra (me refiero, además de los actores, a Victoria Mc Coubrey y Mariano Arrigoni en lo musical y lo sonoro; a David Seldes en el diseño de luces; a Patricia Di Pietro en la fotografía; a Cecilia Stanovnik en lo referente al espacio), está bien hablar de compromiso. Porque, se sabe, raramente se ve un mango y, si se ve, esto es bastante después de lo que uno piensa que debería ser. Los nombrados trabajaron mucho, mucho. Como si desconocieran -aunque conocen- tal coyuntura.

Por eso, en general, se produce una especie de trueque artístico, según el cual se rotan posiciones en distintas producciones. Por ejemplo, otra de las obras que escribí que está en cartel, Galette surprise? cuenta con la dirección de Diego Brienza, que es actor en Cien pedacitos de mi arenero. En ambas, a su vez, actúa Gabriel Urbani. Y ya Víctor Salvatore había participado de otros trabajos de Brienza, también. Es reconfortante pagar lo que otro sabe y se apasiona en hacer, con lo que a uno también le mueve las tripas, además, por supuesto, de la confianza recíproca depositada en cada trabajo. Pero este sistema, en principio tan amable, deja afuera lo que tantos reclaman desde hace tiempo: el ocio. Estos esfuerzos son financiados, en general, con otros trabajos, más formales -y feos- ellos. Y de un domingo de sol, poco y nada.

De ahí que cuando se produce teatro y se va al teatro, ya nada puede ser visto sin lamentarse un poco por las personitas que trabajaron en la obra, que sí, están haciendo lo que les gusta, pero seguramente vienen durmiendo mal. Se trabaja meses y meses en un espectáculo, en horarios insólitos, rezando para que Coca-Cola no llame a los actores para un comercial en Colombia -pero, también, deseándoselo-, peleando por meter la escenografía en treinta centímetros cúbicos que da la sala, todo para estar muy pocas semanas en cartel. Estas condiciones regresan de una manera peligrosa: desde hace algún tiempo los grupos (¿grupos?) empezaron a asumir que, entonces, está bien hacer ocho funciones. Que con eso basta. Que las espesas experiencias que posibilita el teatro se reducen a un programa de mano para incluir en una carpeta personal.

M.D.P.:- Pienso que éste es un momento difícil para el teatro local, como quizás seguramente lo es para todas las actividades artísticas y para la cultura en general. Es muy duro hacer teatro hoy en Buenos Aires, por más que se estrene permanentemente una gran cantidad de obras. Quizás me equivoque, pero pienso que el problema principal no tiene tanto que ver con el número de obras que se estrenan por fin de semana, sino con las condiciones en que se hace teatro: por un lado, los espectáculos se estrenan y bajan a los dos meses, es decir, casi inmediatamente, sin darles la oportunidad a que las obras cumplan con un necesario proceso de consolidación, por otro lado, hay una inmensa concentración de salas en algunos barrios de la ciudad de Buenos Aires. La mayoría de las obras se reparten entre Abasto, Palermo, y no mucho más. Las entradas son muy caras, con lo que el teatro es cada vez más una actividad a la que accede, en exclusividad, cierta clase social. Y es así un fenómeno sectario que se agota en sí mismo. Son problemas muy complejos, que no pueden resolverse a partir de una única medida.

-Si tuvieran que recomendar un trabajo o un director o un dramaturgo...

M.D.P.:-En lo que respecta lo que vi últimamente, hay varios artistas que están haciendo espectáculos muy variados estéticamente y muy interesantes. Particularmente me interesaron muchísimo los dos últimos trabajos de Román Podolsky, Harina y Guardavidas.

L.F.:-Siempre espero con ansias un estreno de Ciro Zorzoli y de Rafael Spregelburd.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Gabriel Peralta. Crítica Teatral

Diagnóstico Rotulismo

15-11-07

De lo normal a la extrañeza

Nueva obra del dramaturgo y director Maximiliano de la Puente

Se podría decir que la elección de puesta elegida por Maximiliano de la Puente y Carolina Zaccagnini, para la obra Diagnóstico Rotulismo (del mismo de la Puente) es “formalista” hasta la exageración; también se podría aventurar que la anécdota elegida para desarrollar la trama ya se transitó muchas veces.
Pero lo que hace que ese “formalismo” y esa trama se dirija a zonas de extrañeza e inquietud, es la minuciosa captación de hechos, frases y acciones harto cotidianas, para que con solo ponerlas en la superficie y darles protagonismo, lograr la distorsión de las mismas.
Así al iluminar una relación profesional-paciente -a través de los intersticios de la misma, de sus frases obvias y de su cotidianeidad- se logra desenmascarar los mecanismos del poder y los diversos rostros del ser humano, escondidos por detrás de los roles que les tocan en la vida. Cada una de las situaciones que se desarrollan provocar nuevos entramados, en que los equilibrios poder-sumisión varían constantemente. Nadie es totalmente débil o fuerte.
Al transitar el humor la obra pone mas en relieve el absurdo de las relaciones entre humanos, también la risa surge porque causa sorpresa verse reflejado en algún gesto, palabra o actitud.
Las actuaciones son muy buenas, compenetrados totalmente con el lineamiento de exagerar la realidad.
Es excelente el contrapeso que propone la escenografía diseñada por Karina Claramunt, al crear un espacio hiper-realista, y al utilizar elementos de uso cotidiano, para que a partir de ahí surja lo extraño.
Lo mismo sucede con el diseño de luces de Lorena Díaz Quiroga que coloca, por momentos, a la obra en climas expositivos para trocarlos a otros mas difusos (estupenda escena final).
Una vez más, con elementos de una llamativa sencillez, de la Puente logra trascender a otros planos de la realidad, observando lo cotidiano con otro lente.

Gabriel Peralta

ELENCO:

Carolina Zaccagnini
Gonzalo Kunca
Maximiliano de la Puente


FICHA TÉCNICA:

Escenografía: Karina Claramunt
Iluminación: Lorena Díaz Quiroga
Dirección: Carolina Zaccagnini – Maximiliano de la Puente

Ciudad Cultural Konek – Sarmiento 3131 –
Jueves 21hs, hasta el 22-11-07
Localidades: $ 15.-

Disponible en: http://www.criticateatral.com.ar/index.php?ver=ver_critica.php&ids=1&idn=875

domingo, 18 de noviembre de 2007

jueves, 15 de noviembre de 2007

Boletín NivelArte en el Teatro, Carlos Herrera

Una relación de terapeuta-paciente ha llegado a ser más enfermiza que el trastorno que se debe curar, todo se tapona y no deja fluir a la terapia por conductos adecuados, se comienza a percibir un olor desagradable, hará falta que alguien intervenga para solucionar el problema ¿de quién?, ¿de quien pidió ayuda profesional o de quien pretende prestársela? Maximiliano de la Puente como autor utiliza hábilmente las metáforas para mostrar los juegos del trastrueque dominado-dominador con diálogos llenos de tirantez. Como director, junto a Carolina Zaccagnini buscó brindar un marco escénico singular en el que el espectador puede llegar a sentirse algo así como un voyeur psicoanalítico al estar casi integrado a la acción, porque ¿quién no sintió más de una vez gran curiosidad por saber lo que se hablaba tras las puertas cerradas de un consultorio? La puesta cuenta con un buen ritmo en el cual se logró algo muy difícil teatralmente, que las pausas duren el tiempo preciso. Gonzalo Kunca hace que el espectador perciba los altibajos del estado de ánimo de su personaje, mientras que Maximiliano de la Puente, en su faceta actoral, elude los riesgos de desborde que con su personaje, el más simpático, pudiera haber caído y se apoya más que nada en lo gestual. Carolina Zaccagnini, en el rol de la terapeuta utiliza los tonos precisos en todos sus parlamentos.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Buenos Aires lado b, Irina Sternik

Nos sentamos los 20 espectadores muy, muy cerca del escenario. La sala está llena. El espacio es amplio a nuestro alrededor, pero la propuesta es estar cerca. Antes de comenzada la obra se nota que es un consultorio: hay fichas médicas, un teléfono, un escritorio rectangular y dos sillas tipo sillones.

Se escucha un “ommmmmmmm” femenino, repite un “ommmmmmmm” masculino. Se prende la luz: realismo puro, impacto. Quien haya tenido que padecer sesiones de fonoaudiología sabrá de lo que hablo. Pero esta situación es veloz, muy graciosa, una sátira de cómo se trabaja la garganta entre las cuatro paredes de un consultorio. Muchas risas. Los ejercicios vocales son casi vergonzantes para el paciente. “Repetí Me trajo Tajo tres trajes, tres trajes me trajo Tajo” le dice Gladys, la acicalada y atractiva fonoaudióloga a Leo, el paciente de diagnóstico Rotulismo.

Así transcurre la presentación de este espacio privado, en el que los roles son marcados. Gladys tiene el poder, no sólo es la profesional, tiene una presencia avasalladora y Leo, es un paciente sumiso. Está nervioso.

La obra va desplegando los encantos de la historia a poco de comenzada la sesión. Pasa algo raro. ¿Pensaste lo del beso? pregunta Gladys a su paciente en medio de la sesión. Lo personal comienza a hacerse carne en el consultorio. Se percibe que la obra es una comedia trágica, de enredos, el público está más cerca y cuando ingresa Carlos a escena, también explota.

Carlos es, en principio, un plomero que viene a arreglar un problema en el baño. Pero apenas se hace presente salta a la vista que él también ha sido paciente de Gladys. No sólo eso, también ha tenido rotulismo, también una relación con Gladys. Una señora del público estalla en carcajadas y no puede parar. Una situación que parece modificará la obra: estamos todos muy cerca y la señora no sólo no se calla, sino que le da indicaciones a los actores.

Por suerte, el show continúa y el conflicto salta a la luz. ¿Tiene cura el rotulismo? ¿Quieren curarse los pacientes? ¿Quiere curarlos la fonoaudióloga? ¿Qué es lo que sucede en este consultorio del que nadie se va?

Lo interesante de Diagnóstico Rotulismo es cómo, a pesar de tener ese realismo a flor de piel, el absurdo y lo oculto va ganando presencia. Porque de pronto, los roles se invierten. Leo, el sumiso, el paciente acosado por Gladys, ya no puede callar y explota. Domina; Gladys acata. La imponente fonoaudióloga accede a todos los pedidos de su paciente, él quiere curarse, ella tiene que prometerle el alta en un mes.

A los personajes les cuesta fluir y comunicarse. Son personas con problemas. Ellos tienen rotulismo (¿la enfermedad del designar?), ella mezcla lo personal con lo profesional. Cuando todo parece explotar, los muchachos se relajan y comienzan a pasarla bien. La literalidad del texto quedó en el comienzo y cada uno destapará su propia interpretación. Es una obra que cierra, pero que deja abiertos muchos interrogantes en el público. Porque tiene muchas miradas que hacen pensar cómo se construyen los espacios interpersonales, los roles y la palabra. Porque lo que se trata allí no es el rotulismo, sino la soledad, la incomunicación, los deseos ocultos y la cura imposible. Son 50 minutos condensados de significaciones. La obra es corta y concisa y el público, sale con diversión asegurada y algo más.

A la obra en sí (ganadora del primer concurso de obras teatrales Konex-Argentores) se le suman las talentosas actuaciones de Carolina Zaccagnini en la piel de Gladys, Maximiliano de la Puente en el rol de Leo y Gonzalo Kunca como Carlos.

La dirección y puesta en escena es de Maximiliano de la Puente y Carolina Zaccagnini, la escenografía de Karina Claramunt y la iluminación, de Lorena Díaz Quiroga.

Se las recomiendo, sólo quedan algunas funciones en la sala del Konex.

Cuándo y dónde: Los jueves de noviembre a las 21 horas en Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131. Entrada, 15 pesos.

Disponible en: http://www.buenosairesladob.com.ar/?p=313

sábado, 10 de noviembre de 2007

Patricio Orozco, Rock&Pop

Programa: "La hora señalada" FM Rock & Pop 95.9


Dijo Patricio Orozco: fui a ver una obra muy interesante, se llama Diagnóstico: rotulismo. Maximiliano de la Puente es un actor muy bueno, una especie de “Woody Allen de las pampas”. Encarna a un antihéroe hipocondríaco, flaquito, con anteojos, con serios problemas.

Diagnóstico: rotulismo es una comedia que termina con una situación muy imprevisible y disparatada y es una obra muy recomendable

Entrevista

Entrevista publicada en Imaginación Atrapada:

Entrevista a Maximiliano de la Puente: "Cuando los personajes se deciden a hablar, lo hacen porque ya no pueden callar"

por Sol Salinas msolsalinas@hotmail.com

Actor, dramaturgo y ahora también director, trabajó como lo primero con Matías Feldman y con Rafael Spregelburd. En 2001 escribió “Yace al caer la tarde”, que obtuvo el Primer Premio en el 5to. Concurso Nacional de Obras de Teatro (Nueva Dramaturgia Argentina), organizado por el Instituto Nacional del Teatro, en marzo de 2004, y fue galardonada también con el Segundo Premio en el Concurso de Obras Inéditas de Teatro-Año 2003 del Fondo Nacional de las Artes. La obra se estrenó finalmente en 2006 y le siguió “Hecho para la ocasión”, una pieza teatral basada en algunas obras breves y en el cortometraje “Film” de Samuel Beckett. “Diagnóstico: rotulismo” (también premiada), que tiene sus funciones en Ciudad Cultural Kónex, es su tercer obra en un año, en este caso co-dirigida junto a Carolina Zaccagnini, “una presencia fundamental, a partir de todo lo que aporta desde su mirada sobre la dirección, la actuación y la producción”.

“Diagnóstico: rotulismo”: Personajes desconectados que necesitan encontrarse, que ya no soportan los silencios que ellos mismos han construido. Fortalezas en las que se han ocultado y que ahora se derrumban como si fueran de arena frente a la necesidad imperiosa de comunicarse con el otro.

- El texto dramático se escribió a fines del 2001. ¿Qué relación encontrás entre el texto y ese contexto?

No veo mucha relación, al menos no de manera conciente. El texto nace en realidad fundamentalmente de dos situaciones: un tratamiento que estaba llevando a cabo con una fonoaudióloga, por un lado, y desde mi experiencia como actor, por el otro. Por el primer motivo, la obra se desarrolla enteramente en un consultorio. Considero que es un texto de dramaturgia de actuación, como se le llama comúnmente. Un texto escrito para la escena, para ser representado, una comedia donde el humor, y la tensión recíproca que se genera entre los personajes, emerge desde las diversas situaciones que deben atravesar.

A lo largo de la obra, lo profesional se mezcla con lo personal permanentemente, de allí deviene el malentendido entre los personajes y las situaciones que remiten claramente a la comedia situacional de enredos: las esferas de lo público y lo privado se tornan borrosas, el vínculo entre la fonoaudióloga y sus dos pacientes va de lo profesional a lo amoroso sin escalas. Son personajes que no pueden vincularse entre sí, que no saben cómo relacionarse con los demás, incapaces de establecer relaciones de algún tipo, más allá de los códigos y marcos normativos dentro de los que están obligados a circular. La fonoaudióloga carece de vida privada fuera del ámbito profesional: sólo podrá relacionarse afectivamente con sus pacientes, (Leo, el hombre joven, y Carlos, el plomero), y simultáneamente estos últimos, -eternos necesitados en búsqueda de ayuda-, sólo podrán establecer un vínculo íntimo con alguien como Gladys –la fonoaudióloga-, tan necesitada de afecto como ellos. De ahí que la obra tenga un trasfondo claramente melodramático. Cuando los personajes se deciden a hablar, lo hacen porque ya no pueden callar, son incapaces de soportar el silencio del abismo que los separa. Hablan para calmar sus temores internos, su desesperanza. Pero al mismo tiempo son absolutamente lacónicos, austeros, ascéticos en su verborrea: sólo hablan de cosas banales, cotidianas, aquello que no los compromete, que no los deja en evidencia, al no exponer ante el otro sus verdaderos sentimientos.

Por otra parte, el hecho de que la obra transcurra en una escena única, sin apagones ni quiebres temporales, favorece la posibilidad de mostrar el arco de transformación de los estados anímicos y emocionales de los personajes, sus “altas” y “bajas” en el devenir de los sucesos y acontecimientos, en la medida en que cada personaje es concebido como portador de contradicciones múltiples y variadas, como así también de pesares significativos. Personajes que padecen una profunda soledad, incapaces de mantener relación alguna entre sí. Seres encerrados en sí mismos, presos de sus propios temores, fóbicos al encuentro con el otro. En ese sentido, la obra se aleja de la estructura de comedia y acompaña el dolor silencioso de cada uno de los personajes, indaga en sus comportamientos y en sus emociones más íntimas, nunca dichas, siempre sugeridas. La pieza narra esa situación jamás explicitada, se detiene en gestos, actitudes, mínimos pliegues que revelan el dolor de esos personajes, y que se manifiesta a través de ese torrente de lenguaje que todo padecimiento silencioso oculta.

La obra se construye a partir de una estructura clara, identificable, perfectamente reconocible, y al mismo tiempo abierta, en la que si bien se narra una historia, no es necesario que todo se entienda. Una estructura en la que se busca generar una tensión intrínseca a cada momento.

- ¿Pensaste en sentarte a escribir sobre algo en especial? ¿Pensaste en algún mensaje para transmitir? ¿Cómo surgió la idea, el primer impulso? ¿Cuál fue tu intención?

La sesión de foniatría entre Gladys y Leo se constituye como la situación de base, la excusa argumental del relato que permite el desarrollo de vínculos entre los personajes: la fonoaudióloga y el hombre joven se relacionan entre sí en el marco de esta sesión, fuera de ella, los planos profesional y personal comienzan a confundirse crecientemente entre ambos, los límites se vuelven borrosos, ganando una intimidad cada vez más incómoda, al mismo tiempo, entre los dos. Todo deseo mutuo -todo lo que quieren uno del otro- está únicamente fundado en esta necesidad compulsiva por continuar adelante con la sesión.

En la construcción del texto dramático trabajé explícitamente con textos cortos, a través de breves intercambios entre un personaje y el otro -lo que se denomina técnicamente como “esticomitias”-, buscando generar un ritmo, una música particular desde el propio texto, que se trasladara a la puesta. La precisión y la fluidez en las réplicas de los textos de los personajes, en los modos del decir, es una característica fundamental que ayuda a construir el mundo de la obra.

Otro de los elementos que mayor preponderancia ha tenido en la escritura de la pieza, ha sido la elaboración de una impronta naturalista y extremadamente coloquial desde el propio texto dramático. Uno de los presupuestos fundamentales fue la generación de una ruptura de ese código naturalista partiendo de una situación de base “posible”, verosímil, -la sesión de foniatría que mencioné antes-, para llegar al disparate desde el naturalismo. Que el humor emerja como quiebre absurdo de ese código naturalista, que se estableció previamente y desde el comienzo mismo del material, como situación de base. En ese sentido, el texto está atravesado por una estructura de comedia, donde el humor surge desde lo situacional, en el interior mismo de las diversas situaciones que atraviesan los personajes. El equívoco y el malentendido asimilan esta obra a un dispositivo muy cercano a la comedia de situaciones.

Por otra parte, un elemento clave es que el presente y el pasado se mezclan y se confunden permanentemente en la obra. El plomero y la fonoaudióloga reactualizan el vínculo que mantuvieron en el pasado, en el preciso momento en que él se hace presente para arreglar el baño del consultorio. Este vínculo muerto vuelve a activarse y a desarrollarse nuevamente en el tiempo presente. El pasado se vuelve así presente para ambos: afloran en los dos sentimientos contradictorios y perturbadores por la vieja relación sentimental que han mantenido. Pero el vínculo ya no es el mismo, no puede serlo, en la medida en que se ha producido una pérdida irreparable, la que provoca de forma inevitable el paso del tiempo, que deja implacablemente todo atrás, y que los condena, por ese motivo, a los recuerdos de épocas mejores.

Otro de los puntos cardinales de la escritura, que tuvo su correlato en los ensayos, ha sido privilegiar los mecanismos situacionales y la fluidez en la actuación, en la construcción del universo que propone la obra. La ausencia de una sola línea argumental, las bifurcaciones del sentido que esto produce, y un extremo naturalismo, es decir, una atención significativa a los mecanismos situacionales que ocurren en la cotidianeidad, generan un mundo plagado de sutilezas que se construye a través de los detalles. De manera tal que es posible pensar a esta pieza como a una obra de planos cercanos, de primeros planos cinematográficos, donde el énfasis está puesto en los climas, en los gestos, las acciones mínimas, y en la expresividad de los rostros de los personajes, con el fin de comunicar aquellos conflictos que en la primera parte de la obra se encuentran latentes, casi velados, y que luego, hacia el final, se hallan súbita y brutalmente expuestos, originando el desenlace.

La obra acompaña en definitiva, el desarrollo y las transformaciones manifiestas de los personajes, los comprende, los consuela y jamás los menosprecia, pero al mismo tiempo se configura como un relato seco, cortante. Un tipo de relato que interpela a un espectador exigente y crítico, que no quiere que se le dé todo servido, sino que busca construir él mismo, en su interioridad, los elementos significantes que le permitan aprehender los múltiples sentidos que se desprenden de la obra.

- ¿Los ensayos le provocaron cambios significativos al texto?

Uno de los puntos importantes en este proyecto se vincula con la naturalidad y el hiperrealismo en la actuación que se busca alcanzar en el espectáculo. Una poética de actuación que no busca exagerar absolutamente nada, que construye sentido a partir de los detalles. Se trata de que los actores impongan su impronta personal a los personajes. Esta naturalidad está íntimamente relacionada con el énfasis en lo cotidiano que el material posee: los conflictos que allí se presentan surgen desde la cotidianeidad, desde un lugar cercano, reconocible, mimético, identificable. Los personajes se encuentran inmersos siempre en situaciones cotidianas.

Fuimos files a este principio durante el proceso de ensayos: se ha buscado trabajar bajo el fundamento de una estética que plantea un recorte sobre lo cotidiano. Se trata de producir un efecto de extrañamiento a partir de acciones banales, datos, informaciones, hechos aparentemente insustanciales. Esto significa que lo cotidiano como simple hecho ficcional produce extrañamiento: a las cosas banales uno no les presta atención hasta que son vistas “desde afuera”. Entonces lo cotidiano se convierte en espectáculo. Esta estética que hemos investigado en el proceso de ensayos considera a lo microscópico no como algo inconducente que deba ser desechado, sino como una instancia primordial, que hace hincapié en los detalles, en las situaciones nimias, normalmente dejadas de lado por las “grandes estructuras” y los “grandes relatos”. Son estos detalles los que contribuyen a lo situacional. La historia, en tanto recorrido sintagmático claro y lineal de todo relato, es dejada de lado en favor de las situaciones dramáticas, verdadero eje estructural de este texto dramático. Este énfasis en lo situacional impone una propuesta estética vinculada con un registro documental de lo que sucede. Se trata de proponer un recorte sobre un continuo, es decir, sobre lo orgánico. Permanentemente los personajes intentan retener en vano lo cotidiano, que por supuesto se les escapa. Y que se les escapará siempre. Los personajes no hablan de lo que realmente les sucede, simplemente lo viven, lo padecen, son tomados por lo que les pasa, un mundo interno que los atraviesa y que se materializa en actos pequeños pero claramente perceptibles, “fugas” que dejan traslucir su verdadero estado emocional.

Por otra parte, al trabajar en una sala amplia y espaciosa como la “Sala D” de Ciudad Cultural Konex, uno de los criterios de la puesta en escena en el que más hicimos hincapié con Carolina Zaccagnini, -codirectora de la obra- y Karina Claramunt –quien diseñó la escenografía-, ha sido el de la proximidad: se ha trabajado una acentuada cercanía entre el espectador y la escena, con el fin de que el público esté ubicado prácticamente dentro del acotado consultorio de un ambiente en el que transcurre la obra. Buscamos de esta manera que el público participe de la incomodidad y el equívoco permanentes que al mismo tiempo generan y sufren estos personajes, y que esté atento al más mínimo detalle y al discurrir sutil de los actores en el devenir de la obra.

Otro elemento importante para mencionar del proceso de ensayos es que, en este proyecto, los dos directores somos al mismo tiempo actores. Carolina y yo estamos prácticamente todo el tiempo en escena, lo que hizo muy necesario que tuviéramos una mirada de mucha rigurosidad y autocontrol sobre nuestros desempeños respectivos como actores, y en donde también la mirada sobre la actuación que nos aportaba Gonzalo Kunca, el otro actor de la obra, era determinante para tener un registro fehaciente y claro de lo que estábamos haciendo.

El equipo de trabajo se conformó a partir de una estructura mínima: somos en total cinco personas, incluyéndonos a los tres actores, y la mirada desde la iluminación, a cargo de Lorena Díaz Quiroga, y desde el diseño de escenografía, fue determinante.
Esta obra es simple y al mismo tiempo sumamente exigente, pero esa síntesis, esa naturalidad que se persigue tanto en la actuación como en los otros lenguajes que conforman la puesta, es muy difícil de alcanzar. Para generar “realidad” es indispensable lograr “verosimilitud”, y para ello los detalles y las sutilezas son cruciales. Y es esa atención extrema a los detalles, que se desprenden de las situaciones cotidianas, la que da cuenta de la riqueza dramática de esta obra. Esto es lo que hemos investigado a partir de los ensayos y del proceso de montaje de la obra.

- ¿Estás dispuesto a modificar el texto sucesivamente según lo que vaya surgiendo en las funciones? ¿O en este sentido lo sentís más bien cerrado?

El texto se ha construido a partir de una situación de escritura previa a la puesta, como ya mencioné antes. Por otro lado, se ha ido modificando durante los ensayos, lo que devino en un proceso de síntesis y de condensación del texto inicial, en donde todo aquello que no era fundamental para el avance y el desarrollo de las situaciones fue eliminado. Es por eso que en cierto sentido, el texto está cerrado. Aunque es verdad que en el teatro nunca ninguna función es igual a la anterior. La obra se rehace y se reinventa cada vez en cada nueva función. En ese sentido, el teatro no admite jamás estructuras completamente cerradas. Y esta obra no es la excepción.

Disponible en: http://www.imaginacionatrapada.com.ar/Teatro/ent-maxi-de-la-puente.html

viernes, 9 de noviembre de 2007

Crítica de Gilda Sosa, Revista Abrí

Diagnóstico: Rotulismo


De Maximiliano de La Puente
Dirección: M. de la Puente y C. Zaccagnini

Desde la disposición espacial hasta el manejo de las tensiones de cada escena uno se siente dentro del consultorio de Gladys (Carolina Zaccagnini), una fonoaudióloga que se desenvuelve con mucha seguridad y magnetismo con su paciente Leo (Maximiliano de la Puente). La vulnerabilidad de quien es tratado por su "enfermedad", en este caso "rotulismo", se mezcla de manera extraña con un vínculo de deseo. La llegada de un ex-paciente, ya recuperado de "rotulismo", y ex- novio de Gladys crea un especie de triángulo amoroso. Las tensiones aumentan, un muy buen trabajo de climas, miradas y presencias, el humor aparece como toques de una dinámica que los tres actores logran generar. Al actor Maximiliano de la Puente se lo ve deslizarse cómodamente entre estas situaciones pero no alcanza a crear esa presencia generadora en escena, como sí toman esa responsabilidad Gonzalo Kunca (Carlos) y Carolina Zaccagnini. Un muy buen trabajo en el desarrollo de juegos vocales y en trabajo de las deficiencias de dicción. Una historia en su apariencia simple que deja entrever que en cada uno de ellos hay algo que en cualquier momento puede estallar.

En: http://www.revistabri.com.ar/nov_07/escenicas_nov07.html

domingo, 4 de noviembre de 2007

Crítica de Clara Ibarzábal, Blog Ensinapsis

En: http://ensinapsis.blogspot.com/2007_10_01_archive.html#6092804239379246909

30 octubre, 2007

DIAGNÓSTICO ROTULISMO, de Maximiliano de la Puente

“Estar enfermo para alguien sano es un enérgico estimulante de la vida” F. Nietzsche

Los espectadores cierran el cuadrado donde se desarrolla la acción. Muy cerca de los personajes, funcionan como la pared de la habitación que – literalmente – ve y oye lo que pasa. Así, asisten a la intimidad de una sesión de consulta entre un hombre joven y su fonoaudióloga. Él padece una enfermedad lingüística, el rotulismo, y ella, con solvencia profesional, le propone distintos ejercicios vocales. La incomodidad de Leo resulta muy cómica para quien la mira, sabiéndose fuera del círculo de obediencia necesaria – mil veces vivida - que implica la relación terapéutica: el que se quiere curar se pone en manos de la autoridad en la materia.

Pero lo habitual deja abierto un espacio de sombra que no se llena. ¿Qué vínculo los une? Aparentemente, hay un lazo afectivo, reconocido y negado simultáneamente, por uno y otro. Poco a poco, se difuminan los límites entre relación terapéutica y personal, al igual que la línea que separa la salud de la enfermedad y la necesidad de curarse y la de sanar. Las llamadas telefónicas que Gladys recibe y la llegada de Carlos, un antiguo paciente y novio, hacen progresar la acción al tiempo que nos llenan de preguntas, como el olor persistente que invade la casa.

Con lenguaje comprensible, cotidiano, se nos cuenta una historia que entendemos con claridad. Sin embargo, las palabras y los gestos comunes velan zonas de estas vidas que quisiéramos conocer. Por un lado, ignoramos el origen y las características de esta afección que padecen Carlos y Leo. Las palabras y los gestos hablan de cuestiones – sentimientos, pasado – que se vuelven inasibles. Unida al saber va una nueva sed, insaciada, pues el misterio persiste. Si rotular es hacer carteles y catalogar, aquí se evidencia como una pretensión vana, imposible, pues lo nombrado muta y el lenguaje empobrece la compleja realidad, nunca alcanza a dar cuenta de ella, apenas nos permite asomarnos.

La proximidad de la platea exige una enorme concentración de parte de los actores, inmersos en la situación escénica. El pilar de esta puesta es, sin duda, el trabajo de Carolina Zaccagini, quien logra darnos indicios de todas las ambigüedades de esta mujer que detenta el poder del que sabe y da salud y a la vez “padece” sus debilidades. La escena inicial con Leo capta la complicidad del espectador gracias a la potencia del juego que se establece entre ellos, en el que el receptor se involucra rápidamente. Gonzalo Kunca , en el papel de Carlos, acentúa el deseo de ahondar en esas relaciones y la dificultad para lograrlo. La escenografía de Karina Claramunt y la iluminación de Lorena Díaz Quiroga se adecuan a la puesta, de corte deliberadamente realista.

Lejos de la estética de “Yace al caer la tarde” – tanto en términos textuales como de puesta – y del logrado homenaje a Beckett de “Hecho para la ocasión”, el autor logra darle sustento a esta trama con un registro llano, en el que el espectador hace pie para mirar más allá, si se anima.

Clara Ibarzábal

Ganadora del concurso de obras teatrales de Konex-Argentores en el año 2005.
Autoría: Maximiliano de la Puente
Actúan: Maximiliano de la Puente, Gonzalo Kunca, Carolina Zaccagnini
Escenografía: Karina Claramunt
Iluminación: Lorena Díaz Quiroga
Realización de escenografia: Emir Arevalos Gómez
Puesta en escena: Maximiliano de la Puente, Carolina Zaccagnini
Dirección: Maximiliano de la Puente, Carolina Zaccagnini
Web: http://rotulismo.blogspot.com
CIUDAD CULTURAL KONEX
Dirección: Sarmiento 3131
Teléfono: 4864-3200
Web: http://www.ciudadculturalkonex.org.ar
Entrada: $15,00 - jueves - 21:00 hs - Hasta el 29/1/2007